miércoles, 8 de noviembre de 2017

El Día de Reyes

El Día de Reyes

Estoy sentado en el sillón de mi cuarto, es 7 de noviembre de 2017. Me está bajando un dolor de cabeza terrible, que me tiene tenso desde el cuello hasta el pómulo izquierdo de mi cara, cruzando mi ojo y el puente de mi nariz; y entre tanto, recuerdo un 6 de enero de hace 16 años.

Estaba en casa de mi abuelita, era de tarde y tenía desde la mañana de estar ahí. La luz de la tarde entraba por todo lado a la sala; las ventanas, con las cortinas de encaje recogidas parecían transparencias en medio de tanto resplandor. Al fondo sonaba el televisor del cuarto de mi tío que estaba viendo canal 7, si no me falla el recuerdo, en el comedor estaba un plato de almuerzo recién acabado, huevo pasado por agua y arroz, lo único que comía en casa de mi abuelita cuando era pequeño, eso y chuleta con jalea de piña o mora.

Mi tío llegó y se sentó conmigo, porque le dije que jugáramos a algo, y el siempre tan diligente y paciente con sus sobrinos, me dejó traerme unos libros de pintar y unos lápices de su cuarto. Nos sentamos en el comedor y estábamos pintando, mientras él me preguntaba por la escuela, mis amigos, la maestra y me decía de su novia, su amor y todo lo que había pasado en la casa ese día.

Al fondo del comedor, conectado a la sala, hay un pasillo que va a los cuartos y en el fondo, en su cuarto, estaba mi abuelita, haciendo que se yo. Rezando, jugando con unas pelotas chinas o viendo la tele, lo de siempre; cuando sonó el timbre. En la puerta, estaba mi mamá, que venía llegando del trabajo, con cara de alivio, porque ya era viernes y con muchas ganas de vernos a todos.

Corrí a la puerta y me estiré lo más que pude para alcanzar el botón que abría el portó eléctrico, siempre he sido un chico alto, pero en ese entonces aún era muy pequeño y no alcanzaba. Entonces mi tío Eduardo, se levantó de la silla y le abrió el portón a su hermana; mi mamá empujó el portón y luego lo cerró, subió las graditas grabadas con las iniciales de su papá, y abrió el portón de cedazo que cubre la puerta de madera, que ya estaba abierta.

Entró a la casa y saludó a su hermano menor, le dio un beso en la mejilla y se agachó para saludarme a mí, a la distancia sonaban los pies de mi abuelita que recorrían el pasillo de los cuartos. Hola mamá, ¿Cómo estás? Le dijo mi madre a mi abuela, ella le contestó Bien ¿Y vos? Y mi mamá respondió que bien, luego de eso mi mamá pasó al comedor, dejó su cartera café en una silla y se puso a hablar con abuelita.

De vuelta al presente, estoy sentado nuevamente luego de hacer una pausa para cenar con mis papas, estoy escuchando Violent Femmes y la canción va “third verse same as the first” y entonces el recuerdo se alza en mi memoria y volvemos al pasado, una semana antes del Día de Reyes y estoy en mi casa, sentado, en el cuarto de mis papas frente al tele, viendo Nickelodeon Latinoamérica y pasan el anuncio de Día de Reyes, hecho con plastilina y grabado con stop motion.

En el anuncio, los niños ponían sus zapatos en las ventanas, esperando que los Reyes Magos les dejaran sus regalos; pero había un chico, que solo tenía un zapato y se asustaba al pensar que le dejarían medio regalo; este lo buscó con apuro y no lo encontró, se fue a dormir y la sombra de un hombre coronado apareció en la noche, dejando un presente en la ventana. Cuando el niño lo abrió, encontró un carrito y su otro zapato envuelto en papel ceda y el anunció concluyó con la frase “No olvides que los reyes también son magos”.

Para mí ese anuncio era muy raro, pues en mi familia no se celebraba el Día de Reyes, o por lo menos eso creía, cuando le pregunté a mis papas, ellos me dijeron que cuando ellos eran niños, en lugar de ser una celebración tan grande como en España, México u otros países de Latinoamérica, en sus casas usualmente les daban un regalo pequeño como una pieza de repostería. No comprendía bien la idea de tener un día tan parecido a la Navidad tan cerca, pero no me pareció tan extraño al escuchar que los países que se celebra Día de Reyes usualmente no se dan regalos en Navidad y que según las historias los Reyes Magos duraron más tiempo en llegar con sus regalos al pesebre.

El tiempo avanzó, una semana, para ser exacto y estoy de nuevo en la sala de la casa de mi abuelita. La escena se resume, la luz inundaba la sala y el comedor; mi abuelita que estaba hablando con mi mamá, se fue a su cuarto un poco apurada. Mi mamá me dijo JuanCa ya nos vamos, para ir a tomar café a la casa y hacer la comida de la noche. Y justo cuando mami terminaba de decirme eso, por el umbral de la puerta del pasillo emergió abuelita, con un regalo envuelto en las manos y se acercó a mí y me dijo Aquí le dejaron los Reyes Magos. Desde luego, como cualquier niño de cinco años, me emocioné y abrí el paquete. En mis manos tenía una pistola gris con luces rojas y un gatillo que al presionarlo hacía el sonido de un laser al mejor estilo de las pistolas de películas Sci-Fi y mi tío me dijo Que lindo JuanCa, que le dure.

Empecé a estripar el gatillo una y otra vez, era un poco incómodo, porque no le había quitado el empaque plástico, pero no importaba, porque era un regalo de los Reyes Magos y me sentía como el niño del comercial, porque el día anterior había dejado mis zapatos en la ventana, esperando un regalo, aunque pensaba que como había pasado Navidad no me iban a dar nada. Así que tener esa pistola en mis manos era lo mejor del mundo, pues los reyes son magos y jugar con su sonido laser era genial.

Hoy, 07 de noviembre de 2017, sentado en mi sillón, escuchando ahora Natalia Lafourcade, recuerdo con mucho cariño el regalo de mi Rey Mago personal, mi abuelita, que con mucho amor me dio ese juguete y me cuidó durante tantos días de mi infancia.

-Gracias Corina-


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