miércoles, 24 de mayo de 2017

Experimentando la Salida de la U

Experimentando la Salida de la U

¿Alguna vez han sentido que están en lo más alto, lo mejor de su vida y ¡zaz! De la nada están en el piso, cansados, molidos y sintiendo que ocupan un respiro?

Así me sentía yo hace unos meses cuando empecé la licenciatura en psicología de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), aún con algunos cursos de bachillerato en la espalda como libros elementales en mi bulto, así comencé ese viaje. Mismo, que termina en este año, iniciando con mi graduación de bachillerato  y próximamente con el desarrollo práctico de mi trabajo final de graduación.

A veces vuelvo a ver el camino que recorrí, recuerdo a los amigos que hice durante la carrera, las estudiadas hasta media noche para los exámenes, las noches que seguí directo hasta los cursos de la mañana para poder cumplir con las entregas de ensayos, proyectos, análisis, investigaciones y demás.

Recuerdo también a mis profesores y profesoras, la gran mayoría muy buenos docentes; otros atroces, pero a fin de cuentas excelentes personas y psicólogos (as) muy comprometidos y comprometidas con la acción social y con cultivar la pasión de los estudiantes.

De vuelta a los amigos, recuerdo que en primer año antes de que iniciara la primera clase le dije buenos días a una chica que no mucho tiempo después se volvió de mis mejores amigas hasta el día de hoy. De eso han pasado cinco años y aún nos reunimos a recordar las risas de las fiestas, los colerones que nos daban los trabajos en grupo, el pánico de los finales de las primeras materias y la satisfacción y el orgullo de pasar los cursos “más difíciles” de aquel momento.

Durante 2013 conocí a quienes se volverían los más cercanos a mi durante este viaje, un par de personas con las que puedo hablar fácilmente, reír, indignarme, trabajar y sobre todo sentir tranquilidad porque sé que entre nosotros nos apoyamos.

Actualmente una de estas personas es mi compañero en la ardua empresa que es planificar y ejecutar un trabajo final de graduación, con él he tenido discusiones profundas de muchas cosas, nos hemos llevado sorpresas a la hora de trabajar y hemos demostrado en varias ocasiones que trabajamos por amor la profesión, que estudiar psicología no fue una decisión a la ligera.

Con la otra, sé que si necesito hablar de varios temas desde la “U” hasta música, voy a encontrar un oído atento con un consejo muy mesurado, siempre dispuesta a ayudar y con gran aplomo a la hora de hacerme ver la otra cara de la moneda.

Pero no solo con estos me logré conectar, tuve la fortuna de entrar a la universidad con una generación muy diversa, con personas que me abrieron los ojos a lo que realmente sucede en el mundo, con compañeros y compañeras que me hicieron madurar a un ritmo agradable. Así mismo a todas aquellas personas que conocí fuera de mi carrera, a mis amigos y amigas que no eran de psico les atesoro profundamente, pues me nutrieron de conocimientos de otras áreas, me ayudaron a no quedarme estancado en una sola cosa y me dieron experiencias hermosas que llevaré conmigo hasta el fin de mi vida.

Ahora, al pensar en general sobre mi experiencia en la universidad me siento muy satisfecho y profundamente agradecido con mis amigos, mis profesores, mis otros compañeros y todas aquellas personas que recorrieron este camino conmigo.

Pero sobre todo me siento agradecido con mi universidad, verán yo he sido vecino de la UNA toda mi vida. He visto sus cambios, desde que votaron “los tugurios” (antiguas aulas tras el nuevo edificio de registro) hasta la construcción de los edificios más recientes de Usos Múltiples (casa de la escuela de psicología) y el edificio de Estudios Generales, donde muchos de los recién llegados encontrarán a sus primeros amigos o sus primeras pasiones en el mundo académico.

Previamente a mi experiencia universitaria estudié Inglés conversacional cuando era niño, en los grupos que abrió la Facultad de Filosofía y Letras entre 2006 y 2008, durante ese periodo de tiempo fui de los estudiantes que estrenaron esos edificios recién construidos y fue mi primer acercamiento a mi querida UNA.

Pero, pese al amor que le tengo a mi universidad y a mi carrera, no todo fue tan placentero. Durante mi tercer año de carrera me sentía a la deriva y creía que no tenía lo necesario para volverme psicólogo, fue así que comencé a estudiar adicionalmente la carrera de ciencias políticas en la Universidad de Costa Rica (UCR).

En la UCR conocí a profesores que de entrada me hicieron sentir cómodo, politólogos (as), abogados (as) y economistas con gran vocación por la docencia y que incentivaron mi amor por el quehacer académico, pero algo no terminaba de convencerme. Sentía que no estaba totalmente preparado para el mundo de análisis del poder y la política todavía. Esa experiencia me hizo valorar más lo que estaba en paralelo, me hizo (re) enamorarme de la psicología y sentir que los dos años anteriores en la UNA no fueron un desperdicio de tiempo.

Igualmente que en la Universidad Nacional, en la Universidad de Costa Rica conocí a compañeros y compañeras maravillosos (as) que me enseñaron aún más sobre la vida, aprendí desde lecciones básicas sobre Tai-Chi hasta datos del comic europeo (lo cual fue genial debido a que los comics son una de mis pasiones) e igualmente me di el chance de discutir problemáticas sociales desde otras áreas que no había considerado hasta ese momento, por lo que a mis compañeros y amigos de la UCR también les estaré eternamente agradecido.

Entre mis últimos pensamientos, están personas muy importantes para mi viaje; mi familia, quienes me han apoyado durante años, han escuchado mis quejas, mis preocupaciones, me han visto entrar en crisis, desde ataques de pánico terribles hasta estados de manía en los que no dormía y pese a todo esto siempre me han brindado amor y cariño, el cual les devuelvo y me doy a mi mismo con este texto, con esta reflexión que me permite saborear un viaje de seis años, que no se siente como un pestañeo, sino como un capítulo en una crónica que no termina de escribirse.

Quiero acabar este texto con dos palabras muy simples, dedicadas a todos y todas aquellos que se han cruzado conmigo en este viaje: muchas gracias.