Experimentando la Salida de la U
¿Alguna vez han sentido que están en lo más alto, lo mejor
de su vida y ¡zaz! De la nada están en el piso, cansados, molidos y sintiendo
que ocupan un respiro?
Así me sentía yo hace unos meses cuando empecé la
licenciatura en psicología de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), aún
con algunos cursos de bachillerato en la espalda como libros elementales en mi
bulto, así comencé ese viaje. Mismo, que termina en este año, iniciando
con mi graduación de bachillerato y próximamente con el
desarrollo práctico de mi trabajo final de graduación.
A veces vuelvo a ver el camino que recorrí, recuerdo a los
amigos que hice durante la carrera, las estudiadas hasta media noche para los
exámenes, las noches que seguí directo hasta los cursos de la mañana para poder
cumplir con las entregas de ensayos, proyectos, análisis, investigaciones y
demás.
Recuerdo también a mis profesores y profesoras, la gran mayoría muy
buenos docentes; otros atroces, pero a fin de cuentas excelentes personas y
psicólogos (as) muy comprometidos y comprometidas con la acción social y con
cultivar la pasión de los estudiantes.
Durante 2013 conocí a quienes se volverían los más cercanos a mi durante este viaje, un par de personas con las que puedo hablar fácilmente,
reír, indignarme, trabajar y sobre todo sentir tranquilidad porque sé que entre
nosotros nos apoyamos.
Actualmente una de estas personas es mi compañero en la
ardua empresa que es planificar y ejecutar un trabajo final de graduación, con
él he tenido discusiones profundas de muchas cosas, nos hemos llevado sorpresas
a la hora de trabajar y hemos demostrado en varias ocasiones que trabajamos por
amor la profesión, que estudiar psicología no fue una decisión a la ligera.
Con la otra, sé que si necesito hablar de varios temas desde
la “U” hasta música, voy a encontrar un oído atento con un consejo muy
mesurado, siempre dispuesta a ayudar y con gran aplomo a la hora de hacerme ver
la otra cara de la moneda.
Pero no solo con estos me logré conectar, tuve la fortuna de
entrar a la universidad con una generación muy diversa, con personas que me
abrieron los ojos a lo que realmente sucede en el mundo, con compañeros y
compañeras que me hicieron madurar a un ritmo agradable. Así mismo a todas
aquellas personas que conocí fuera de mi carrera, a mis amigos y amigas que no
eran de psico les atesoro profundamente, pues me nutrieron de conocimientos de
otras áreas, me ayudaron a no quedarme estancado en una sola cosa y me dieron
experiencias hermosas que llevaré conmigo hasta el fin de mi vida.
Ahora, al pensar en general sobre mi experiencia en la
universidad me siento muy satisfecho y profundamente agradecido con mis amigos,
mis profesores, mis otros compañeros y todas aquellas personas que recorrieron
este camino conmigo.
Pero sobre todo me siento agradecido con mi universidad,
verán yo he sido vecino de la UNA toda mi vida. He visto sus cambios, desde que
votaron “los tugurios” (antiguas aulas tras el nuevo edificio de registro)
hasta la construcción de los edificios más recientes de Usos Múltiples (casa de
la escuela de psicología) y el edificio de Estudios Generales, donde muchos de
los recién llegados encontrarán a sus primeros amigos o sus primeras pasiones
en el mundo académico.
Previamente a mi experiencia universitaria estudié Inglés
conversacional cuando era niño, en los grupos que abrió la Facultad de Filosofía
y Letras entre 2006 y 2008, durante ese periodo de tiempo fui de los
estudiantes que estrenaron esos edificios recién construidos y fue mi primer
acercamiento a mi querida UNA.
Pero, pese al amor que le tengo a mi universidad y a mi
carrera, no todo fue tan placentero. Durante mi tercer año de carrera me sentía
a la deriva y creía que no tenía lo necesario para volverme psicólogo, fue así
que comencé a estudiar adicionalmente la carrera de ciencias políticas en la
Universidad de Costa Rica (UCR).
En la UCR conocí a profesores que de entrada me hicieron
sentir cómodo, politólogos (as), abogados (as) y economistas con gran vocación por la docencia
y que incentivaron mi amor por el quehacer académico, pero algo no terminaba de
convencerme. Sentía que no estaba totalmente preparado para el mundo de
análisis del poder y la política todavía. Esa experiencia me hizo valorar
más lo que estaba en paralelo, me hizo (re) enamorarme de la psicología y
sentir que los dos años anteriores en la UNA no fueron un desperdicio de
tiempo.
Igualmente que en la Universidad Nacional, en la Universidad
de Costa Rica conocí a compañeros y compañeras maravillosos (as) que me
enseñaron aún más sobre la vida, aprendí desde lecciones básicas sobre Tai-Chi
hasta datos del comic europeo (lo cual fue genial debido a que los comics son
una de mis pasiones) e igualmente me di el chance de discutir problemáticas
sociales desde otras áreas que no había considerado hasta ese momento, por lo
que a mis compañeros y amigos de la UCR también les estaré eternamente
agradecido.
Entre mis últimos pensamientos, están personas muy
importantes para mi viaje; mi familia, quienes me han apoyado durante años, han
escuchado mis quejas, mis preocupaciones, me han visto entrar en crisis, desde
ataques de pánico terribles hasta estados de manía en los que no dormía y pese
a todo esto siempre me han brindado amor y cariño, el cual les devuelvo y me
doy a mi mismo con este texto, con esta reflexión que me permite saborear un
viaje de seis años, que no se siente como un pestañeo, sino como un capítulo en
una crónica que no termina de escribirse.
Quiero acabar este texto con dos palabras muy simples,
dedicadas a todos y todas aquellos que se han cruzado conmigo en este viaje:
muchas gracias.